domingo, 10 de enero de 2010

LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR


La fiesta del bautismo de Jesús continúa la serie de manifestaciones del Señor. El 25 de diciembre Jesús se manifestó a María, a José y a los pastores; el 6 enero a los Magos; hoy, a orillas del Jordán, se manifiesta a Juan y al pueblo de Israel. Jesús abandonó Nazaret y se fue al sur de Palestina, a la región del río Jordán, donde el Bautista reunía a un gran número de personas que acudían a él para recibir un bautismo de penitencia. Aquel día Ia escena se salió de lo común. Lucas escribe que todo el pueblo “estaba expectante” (3. I5), a la espera de un mundo nuevo, de una palabra verdadera. Muchos iban a aquel lugar para escuchar al Bautista. También lo hizo Jesús.

Tenía treinta años y llegó en medio de aquella multitud que escuchaba al Bautista. Se puso en fila como todos, esperando su turno para aquel bautismo de penitencia. Juan, con el corazón ya purificado por la oración y con los ojos entrenados en leer las Escrituras, en cuanto le vio acercarse intuyó quién era, y que no era digno ni de desatarle las correas de las sandalias. Según la narración de Mateo, Juan se resistió a bautizarle, pero tuvo que ceder ante la insistencia de Jesús. Jesús, el Hijo de Dios, se pone en fila y se deja bautizar en un acto de humildad suprema, como lo había hecho al nacer en un pesebre.

Y recogido en oración, Jesús se sumerge en el agua hasta desaparecer de la mirada de los presentes y, de repente, los cielos se abren. Es el momento esperado por multitud de profetas. Isaías lo había aclamado: “¡Ah! Si rompieses los cielos y descendieras” (63. I 9). Lucas nos dice también: “Se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo (Lc 3. 21-22). Nuestro cielo humano se abre, y se puede mirar más allá. Se ve un nuevo horizonte y se oyen unas palabras nunca antes oídas: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy” (Sal. 2.7). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo descienden en medio de los hombres y muestran su amor. El cielo ya no está cerrado.

Aquellos cielos abiertos a orillas del Jordán se abren ahora también para nosotros para que podamos emprender una vida más feliz, más bella, más solidaria. En esta fiesta del bautismo de Jesús también nosotros queremos acercarnos a la predicación del profeta Juan para revivir la gracia del bautismo. Que se abran los cielos también hoy y descienda sobre nosotros el Espíritu Santo para que seamos transformados en lo profundo de nuestro corazón. También nosotros escucharemos la voz del padre que nos llama a formar parte de su familia, como sus hijos predilectos.

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