viernes, 1 de octubre de 2010

DUODÉCIMO PASO: PERSEVERAR EN LA BÚSQUEDA

Estamos perseverando en nuestra búsqueda, confiando en que se cumpla el tiempo fijado por Dios para nuestro despertar espiritual. Estamos buscando sabiduría para conocer cuál es la voluntad de Dios y paciencia para que se cumpla dicha voluntad en todas las cosas.

El Eclesiastés nos dice que cada cosa tiene su debido tiempo. Las manzanas no maduran tras los primeros fríos porque queramos que sea así, sino porque ha llegado su momento. Sólo raras veces, si es que alguna vez, ocurren las cosas en el momento deseado. Nuestras acciones tienen unas consecuencias que no podemos ni controlar ni predecir por los innumerables factores implicados, y, mientras esperamos el resultado final de estas acciones en nuestra vida, los fracasos y reveses nos van haciendo crecer en la fe. Es posible que tardemos en ver los resultados que esperamos o que éstos no se atengan a nuestras propias acciones. Ante esto, sólo la paciencia nos va a enseñar a hacer lo que en sí mismo es bueno y correcto. Por ejemplo, si ayudar a otra persona nos trajera una inmediata recompensa, puede que este servicio no fuera sino un acto egoísta y premeditado, inaceptable para Dios, que nos pide que sirvamos a los demás por amor, no por el deseo o la expectativa de una gratificación personal.

Dios ha fijado el tiempo perfecto para nuestro despertar espiritual y, sabiendo todas las cosas, de alguna manera teje todas las aparentes circunstancias fortuitas de la vida, nuestras actitudes y acciones como si se trataran de un singular tapiz de ricos matices y simetrías. El Padre con su poder relaciona todas las circunstancias a nuestro alrededor y nos hace crecer en el momento adecuado. Puede que deseemos muy especialmente que las cosas ocurran de la manera que queramos, pero no podemos hacer que las circunstancias y las personas, cuya relación Dios ya ha previsto, se acomoden a nuestras expectativas. No podemos ejercer ningún control sobre el momento en el que las cosas deben de ocurrir. Por mucho tiempo que pasemos con la caña de pescar echada, sólo se dará un determinado momento en el que podamos obtener el fruto deseado, y éste llega en el momento en el que aparece el pez.

No debemos intentar conseguir todo lo que queremos de forma instantánea porque la vida sencillamente no es así, y la impaciencia sólo trae frustración y acritud de carácter. La vida nos muestra día a día que a menudo tenemos que soportar, incluso por largos períodos, situaciones desagradables. La fe nos enseña lo mismo, pero además, nos enseña a comprender la necesidad de la paciencia. Antes, la impaciencia era nuestra única alternativa; ahora, sin embargo, sabemos del gran bien que recibimos cuando esperamos el tiempo que Dios ha fijado. El Padre abre nuestros ojos a su forma de obrar, y estamos de acuerdo con su debido tiempo.

La perseverancia es importante en nuestras oraciones. La respuesta para muchos de los problemas por los que oramos no es fácil, pero no debemos desanimarnos, porque, aunque tarde esa respuesta, cuando se haga realidad, será mucho mejor que la que esperábamos. Pase lo que pase, debemos resistir y nunca renunciar; debemos mantener una inquebrantable confianza en la buena voluntad y misericordia de nuestro Padre, y en su propósito de concedernos los justos deseos que brotan de nuestro corazón.

La paciencia enriquece nuestras vidas. Esperamos en la palabra de Dios y reconocemos que Él se hace cargo de todo. Comprender que nuestras vidas y caminos están seguros en las manos amorosas y todopoderosas del Padre nos llena de satisfacción y de paz interior. Hemos dejado atrás el ejercicio inútil y frustrante de querer que los acontecimientos se acomoden a nuestras expectativas personales o que las vidas de los demás se acomoden a nuestra visión de las cosas. La situación es simplemente así. Tenemos la obligación de obrar conforme a nuestro sentido de la guía de Dios, aceptando el mundo tal como es, sin caer en la perniciosa tentación de querer anticipar los irremediables efectos de nuestras acciones ni de imponer nuestros deseos sobre la libre voluntad de los demás.

La paciencia es un noble rasgo de carácter, aunque pasivo. La verdadera persistencia requiere de paciencia, pero exige además de nuestra activa reafirmación de buscar la voluntad de Dios en lo que hagamos, sin ofrecer resistencia ni dejarnos vencer. Nada, absolutamente nada, puede detener a un alma dedicada por completo a hacer la voluntad del Padre. Dejamos a un lado nuestro desánimo y seguimos adelante, confiando totalmente en que la rectitud acabará por triunfar en nosotros y en el mundo.

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Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas. (Lc 21, 19 )

3 Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5 y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Ro 3,25)

Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos… (Ro 8,25)

Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias… ( 2 Co 6,4)

Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. (Heb 6,15)

pues os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. (Heb 10,36)

el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu Ley está en medio de mi corazón». Sal 40,8

Pero yo a ti oraba, Jehová, en el tiempo de tu buena voluntad; Dios, por la abundancia de tu misericordia, por la verdad de tu salvación, escúchame. (Sal 69,13)

Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. (Sal 143,10)

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. (Ecl 3,1)

2 comentarios:

  1. Cuando las situaciones parecen estancadas, y pasan largos años en los que nada cambia, se hace difícil pensar que llegará el momento en que otra circunstancia, quizás más favorable, nos cambie la vida.
    Hablo de situaciones enquistadas que duran decenios y decenios... Me ha hecho mucho bien el ver que, a pesar de las apariencias, hay un tiempo para cada cosa, como dice la Biblia y a nosotros nos toca esperar con paciencia y plena confianza en el Amor Infinito de nuestro Dios y Señor.
    Gracias.
    :O)

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  2. Es cierto, Felicitas: A todos se nos dan esas situaciones, y es verdad, como comentas, que Dios nos pide que esperemos en la serenidad de que algún día, si es su voluntad, se cumplirá lo que anhelamos.

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