domingo, 23 de enero de 2011

DECIMOSÉPTIMO PASO: SERVIR A NUESTROS SEMEJANTES


Estamos trabajando juntos con entusiasmo y mayor iniciativa para servir de forma duradera a nuestros semejantes, reconociendo que así servimos y honramos al Padre que está en los cielos.

 La fe constituye la base de nuestra vida espiritual, pero se manifiesta en el servicio a los demás. Bajo la guía de Dios, mediante nuestra presencia, cada día se abren los corazones, las mentes se sienten inspiradas y hay personas que se sienten mejor.

El hecho de vivir en la serenidad de Dios no nos impide cumplir con nuestras responsabilidades diarias ni ser indiferentes al necesitado o al que sufre. Sentimos el dolor de un gorrión cuando lo vemos en nuestro patio revolotear herido de muerte. Sentimos el viento de aguanieve soplar sobre las agrietadas mejillas del pescador y cómo cruje la nieve bajo las botas sangrientas al paso de los soldados. Se nos cae la piel con el leproso, nos duele el corazón con el agricultor cuando el viento y la sequía le hacen perder su cosecha.

No nos desalienta ver que son pocos los hermanos a los que podemos ayudar, porque vemos que sus necesidades forman parte de un ilimitado escenario de valor eterno en el que Dios, que todo lo sabe, es el responsable último. No cargamos todo el peso del dolor de la humanidad sobre nosotros, porque no podemos, pero sabemos que hay Alguien cuya sabiduría y poder son suficientes para resolver cada uno de estos problemas y por cuya gracia somos salvos. Pero, que no seamos personalmente responsables del bienestar de otras personas, no nos lleva a ser indiferentes o pasivos ante sus dificultades, sino que libera nuestras mentes de una preocupación inútil sin dejar de hacer todo lo que podamos. Sostenidos por la fe en el Dios que mueve las olas del mar y que reina sobre todas las circunstancias de la vida, pedimos que permita incluso a almas como las nuestras trabajar para construir su reino.

¿Para quién debemos vivir si no es para los demás? ¿Es el propósito de la vida depositar grandes tesoros para que los herederos lo derrochen y lo desperdicien? Sólo lo que hacemos por los demás dura, el resto es polvo y cenizas, templos que los saqueadores desvalijan o quedan enterrados bajo la arena del desierto. El puente que construimos, ¿no es para que se cruce? Nuestras posesiones más duraderas, nuestros tesoros en los cielos, son solamente aquellas cosas que hacemos por los demás.

El escenario de la vida no tiene propósito alguno si no estamos en él, ya sea corriendo el telón o diciendo algunas líneas. No nos va a satisfacer ser simples espectadores y no tener un papel en esa gran obra de la vida; es el dar de nosotros lo que nos hace completos. Se acerca el momento de nuestra labor. Ya nunca más nos sentaremos a esperar a que se nos llame, porque el Padre hablará a cada uno de nosotros para decirnos de qué manera podemos servir mejor en su reino. Miles de millones de habitantes de la tierra padecen infortunios, esperan a alguien con quien compartir sus penas, a alguien que les cure las heridas y sea su hermano. Los que tienen buen corazón sienten las necesidades y el llanto del que sufre, y saben responder con sensatez ayudando de forma duradera, dando fuerzas a estas personas para que se ayuden a sí mismas. Este servicio, al extenderse, hará que perdure la alegría en los rostros de miles de personas.

Sólo podemos servir de verdad si sentimos amor, porque sin amor nuestros gestos están vacíos, como el tinte de un tejido que se va con el agua. Para conocer nuestra forma de servir a los demás, debemos pedir al Padre que nos muestre nuestro papel en su plan, porque Él nos ha asignado una labor específica que se nos desvelará de una manera intuitiva o posiblemente cuando surja la ocasión. Hasta que no se nos descubra el servicio que hemos de realizar, nuestra labor puede parecerse a la de otras muchas personas, pero la mano del Padre nos guiará para que podamos llevar a cabo nuestro propio servicio a los demás y a realizar nuestro destino.
El servicio a los demás es la manifestación de la fe, y la fe es lo que da fuerzas a este servicio. Cuanto más fuerte sea nuestra fe, mayor será nuestro deseo de servir con eficacia a los demás de forma perdurable.

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no digas a tu prójimo: “Vete, vuelve de nuevo, mañana te daré”, cuando tengas contigo qué darle. Pr 3,28

porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos. (Mc 10,45)

Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt 22,39)

No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros, pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley, (Ro 13,8)

El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la Ley es el amor. (Ro 13,10)

Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación, (Ro 15,2)
Por eso, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros. (Ef 4,25)
No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás. (Flp 2,4)
Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey. (1 P 2,17)

si das tu pan al hambriento y sacias al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz y tu oscuridad será como el mediodía”. (Is 58,10)

El hombre que es justo … da su pan al hambriento y cubre con vestido al desnudo; (Ez 18,5, 7)

“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te vestimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”. 40 Respondiendo el Rey, les dirá: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. (Mt 25, 37-40)

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