sábado, 12 de marzo de 2011

EN LA COMPAÑÍA DE DIOS NUESTRO PADRE ...

"Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios... ". Este río es la voluntad del Padre y fluye hacia los que están dispuestos a recibir el agua de la vida. La vida no tiene sentido aparte de la relación con Dios. Una generación que se vanagloria en las posesiones y sensaciones está vacía de contenido espiritual porque no llega a satisfacer la realidad más profunda y verdadera del corazón humano. El Padre anhela que sus hijos estén con él y vivan en su amor. Para vivir así se necesita que lo busquemos con todo nuestro corazón y que abandonemos aquellas cosas que se interponen entre nosotros y el reino de la vida, de la salud y de la felicidad.

Los problemas que hemos tratado en estas páginas (cuando nos sentimos solos, cuando sentimos miedo, ante el estancamiento espiritual, ante la soledad o ante los fracasos de la vida) son como una serie de preguntas con dos respuestas posibles en cada caso. No existe ningún tipo de problema sea emocional o espiritual que no pueda solucionarse si decidimos compartir íntimamente nuestras vidas con el Padre y disfrutar de la valiosa compañía de nuestros semejantes. Ese Poder que creó el mundo hace desaparecer de inmediato el sentimiento de soledad, aislamiento, duda, confusión, culpa, desánimo, derrota, impaciencia, estancamiento y miedo.

Excepto en caso de la intervención de leyes superiores, los hechos de la existencia material deben simplemente aceptarse. La oración por sí misma no puede sanar, pero sí puede abrirnos una perspectiva de curación espiritual y una fe ilimitada en la aceptación de la solución que el Padre da a cada uno de nuestros problemas, pequeños o grandes, y en la que el bien se sirve incluso de la tragedia.

Cuando vamos a nuestro Padre sentimos una paz que sobrepasa toda comprensión. Las dificultades y las tragedias de la vida no cesan de ocurrir, pero sabemos que Él las siente con nosotros. En compañía de Dios nos sentimos con más valor, ganamos percepción de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, empezamos a ver las cosas a través de sus ojos. Nos alegra vivir la vida y sus vicisitudes porque sabemos que el Padre nos ha puesto aquí para que pasemos una prueba corta, pero intensa, y que la vida eterna nos espera al otro lado, donde las dificultades materiales ya no se cernirán sobre nosotros con tanta virulencia. Nos da fuerzas percibir que somos parte de un todo más grande donde reinan la rectitud y la belleza. Vemos esta esfera oscurecida por el pecado como un campo de entrenamiento que Dios ha hecho santo y sagrado. Vemos al Padre como quien ve a un amigo, y aprendemos a amar a los otros como él nos ama.

Cuando nos encontramos con nuestro Padre y compartimos nuestras vidas con él, sentimos cómo su energía nos renueva a cada instante. Él nos lleva a una alta planicie desde donde podemos observar en amplitud los problemas de la vida y allí, en la distancia, vemos la radiante ciudad de nuestros sueños. Su poder se mezcla con nosotros, y nos vemos parte de un esfuerzo superior, en donde los hijos y las hijas de Dios trabajan juntos para el avance de un todo mayor, colaborando a que llegue pronto el día en que este mundo sea el lugar que queremos que sea.

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Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del Altísimo. (Sal 46,4)

38 Cualquiera sea la oración o súplica que haga cualquier hombre […] cuando cualquiera sienta el azote en su corazón y extienda sus manos hacia esta casa, 39 tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, perdonarás y actuarás; darás a cada uno, cuyo corazón tú conoces, conforme a sus caminos (porque solo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres) (I R 38-39)

Pero tú mirarás a la oración de tu siervo, y a su ruego, Jehová, Dios mío, para oir el clamor y la oración con que tu siervo ora delante de ti. (2 Cr 6,19)

Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. (Flp 4,6)

1 comentario:

  1. ¡Que magnífico mensaje de esperanza!
    Orar, sin necesidad de analizar, simplemente orar en el silencio íntimo y universal que el Padre abre a quien lama a su puerta.
    Gracias, querido +Claudio.

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