sábado, 15 de febrero de 2014

EL HECHO DE LA RELIGIÓN (II)


El hecho de la religión consiste enteramente en la experiencia religiosa de los seres humanos racionales y corrientes. Éste es el único sentido en el que la religión se puede considerar como científica o incluso psicológica. La prueba de que la revelación es revelación radica en este mismo hecho de la experiencia humana: el hecho de que la revelación sintetiza las ciencias aparentemente divergentes de la naturaleza y la teología de la religión en una filosofía del universo coherente y lógica, en una explicación coordinada e ininterrumpida tanto de la ciencia como de la religión, creando así una armonía mental y una satisfacción espiritual que responde, en la experiencia humana, a aquellos interrogantes de la mente mortal que ansía saber de qué manera el Infinito ejerce su voluntad y realiza sus planes en la materia, con las mentes y sobre el espíritu.
 
La razón es el método de la ciencia; la fe es el método de la religión; la lógica es la técnica que intenta utilizar la filosofía. La revelación desea lograr  la comprensión de la realidad y de las relaciones entre la materia y el espíritu por mediación de la mente. La verdadera revelación nunca hace antinatural a la ciencia, irrazonable a la religión o ilógica a la filosofía.
 
Por medio del estudio de la ciencia, la razón puede conducir, a través de la naturaleza, hacia una Causa Primera, pero se necesita la fe religiosa para transformar la Causa Primera de la ciencia en un Dios de salvación; y la revelación se necesita además para validar esta fe, esta perspicacia espiritual.
 
Existen dos razones fundamentales para creer en un Dios que fomenta la supervivencia humana:
 
1. Nuestras propias vivencias, nuestra seguridad personal, esperanza y confianza que nacen de nuestro interior y que nos incitan a creer firmemente en esa supervivencia.
2. La verdad que se nos reveló mediante Jesucristo y la que se nos manifiesta interiormente a través del Espíritu de la Verdad. 
 
La ciencia termina su investigación, por medio de la razón, en la hipótesis de una Causa Primera. La religión no se detiene en su trayectoria de fe hasta estar segura de la existencia de un Dios de salvación. Siguiendo la lógica, los estudios científicos sugieren la posibilidad de la realidad y la existencia de un Absoluto. La religión cree sin reservas en la existencia y en la realidad de un Dios que fomenta la supervivencia de la persona. Aquello que la metafísica no logra hacer de ninguna manera, y aquello que incluso la filosofía solo logra hacer parcialmente, la revelación lo consigue: es decir, afirmar que esta Causa Primera de la ciencia y que el Dios de salvación de la religión son una sola y misma Deidad.
 
La razón es la prueba de la ciencia, la fe es la prueba de la religión, la lógica es la prueba de la filosofía, pero la revelación solo se valida por la experiencia humana. La ciencia proporciona el conocimiento; la religión proporciona la felicidad; la filosofía proporciona la unidad; la revelación confirma la armonía experiencial de este acercamiento trino a la realidad universal.
 
La contemplación de la naturaleza solo puede revelar a un Dios de la naturaleza, a un Dios de movimiento. La naturaleza solo muestra la materia, el movimiento y la animación — la vida. La naturaleza no proporciona una base para una creencia lógica en la supervivencia de la persona humana. El hombre religioso que encuentra a Dios en la naturaleza ya ha encontrado primero a este mismo Dios personal en su propia alma.
 
La fe revela a Dios en el alma. La revelación permite al hombre ver en la naturaleza al mismo Dios que la fe le muestra en su alma. La revelación consigue así colmar con éxito el abismo existente entre lo material y lo espiritual, e incluso entre la criatura y el Creador, entre el hombre y Dios.
 
La contemplación de la naturaleza señala lógicamente hacia la existencia de un guía inteligente, pero no revela de ninguna manera satisfactoria a un Dios personal. Por otra parte, la naturaleza no revela nada que impida considerar al universo como la obra del Dios de la religión. No se puede encontrar a Dios a través de la naturaleza sola, pero una vez que el hombre lo ha encontrado de otra manera, el estudio de la naturaleza se vuelve totalmente coherente con una interpretación más elevada y más espiritual del universo.
 
La revelación es periódica; como experiencia personal humana, es continua. La divinidad actúa en la persona de los mortales bajo la forma del Espíritu Santo, del Espíritu de la Verdad, de esa parte de Dios que habita en nosotros.
 
La verdadera religión es hacerse una idea de la realidad, el producto por la fe de la conciencia moral, y no un simple asentimiento intelectual a un conjunto cualquiera de doctrinas dogmáticas. La verdadera religión consiste en la experiencia de que “el Espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16). La religión no consiste en proposiciones teológicas, sino en la percepción espiritual y en la sublimidad de la confianza del alma.
 
Nuestra naturaleza más profunda, esa parte de Dios que vive en nosotros— crea dentro de nosotros hambre y sed de rectitud, un anhelo de perfección divina. La religión es el acto de fe por el cual se reconoce este impulso interior por alcanzar la theosis; y así se origina en nosotros esa confianza y esa seguridad del alma de que se nos abre un camino de salvación, de supervivencia de nuestro ser personal, de todo aquellos valores que consideramos  verdaderos y buenos.
La comprensión de la religión no ha dependido nunca, y nunca dependerá, de un gran saber o de una lógica ingeniosa. La religión es  percepción espiritual, y esta es precisamente la razón por la que algunos de los más grandes educadores religiosos del mundo, e incluso los profetas, han poseído a veces tan poca sabiduría del mundo. La fe religiosa está al alcance tanto de los eruditos como de los ignorantes.
 
La religión debe ser siempre su propio crítico y su propio juez; nunca puede ser observada, y mucho menos comprendida, desde el exterior. Vuestra única seguridad acerca de un Dios personal consiste en vuestra propia percepción sobre vuestra creencia en las cosas espirituales, así como vuestra experiencia con ellas. Para todos vuestros semejantes que han tenido una experiencia similar, no es necesario ningún argumento sobre la persona o la realidad de Dios, mientras que para todos los demás hombres que no tienen esta seguridad de Dios, ningún argumento posible será nunca realmente convincente.
 
La psicología puede en verdad intentar estudiar los fenómenos de las reacciones religiosas ante el entorno social, pero nunca puede esperar penetrar en los móviles y en los efectos reales e internos de la religión. Únicamente la teología, la esfera de la fe y la técnica de la revelación, puede proporcionar algún tipo de explicación inteligente sobre la naturaleza y el contenido de la experiencia religiosa.
 

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