En todo mortal existe una doble
naturaleza: la herencia de la tendencia animal y el impulso elevado de nuestros
dones espirituales. Durante nuestra breve vida en la tierra, estos dos impulsos
disímiles y opuestos difícilmente pueden reconciliarse por completo; no se
pueden armonizar ni unificar; pero a lo largo de nuestra vida, el Espíritu no
cesa jamás de proveer para ayudarnos a someter lo material cada vez más a su
guía espiritual. Aunque debemos vivir nuestra vida material, aunque no podamos
escapar al cuerpo y sus necesidades, no obstante, en propósito e ideales, cada
vez nos sentiremos más dotados de poder para someter la naturaleza animal a la
supremacía del Espíritu. En verdad existe en nosotros una confluencia de
fuerzas espirituales, una combinación de poderes divinos, cuyo único propósito
consiste en llevar a efecto nuestra completa liberación de la esclavitud a lo
material y de los impedimentos finitos.
jueves, 5 de febrero de 2015
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