viernes, 24 de diciembre de 2010

LA NAVIDAD DEL SEÑOR

"El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos”. Son las palabras del profeta Isaías que anuncian lo que ha sucedido esta noche. Una noche diferente a las demás noches. Una noche que nos ve reunidos aquí, alrededor de un niño recién nacido. El evangelio de Lucas escribe de aquella noche: “Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño”. Son palabras que podríamos aplicar también a nuestra vida.
En efecto, también nosotros nos ocupamos de “nuestros rebaños”, de “nuestras cosas”, ya sean estas consoladoras o duras, simples o complejas, alegres o dolorosas. Ciertamente, en lo más secreto del corazón cada uno tiene quizás un problema, una angustia, una pregunta, o tal vez una oración. Esta noche, como entonces a los pastores, también a nosotros se nos aparece un ángel; se presenta delante de todos nosotros y nos dice: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor”.  
Pero nuestro camino no termina este día de Navidad. Es necesario que nuestro camino continúe todavía. La Navidad no está detrás de la esquina, no está al alcance de la mano como quisieran hacernos creer los adornos y las luces. Hablando del viaje de María y de José, el evangelio lo presenta como un camino en subida: “Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David”. Esto quiere decir que la Navidad no se da por descontado; que comprender Io que sucede esta noche no es algo que se pueda dar por descontado. Es más, existe el riesgo de desviarnos. Necesitamos salir de nuestras casas, quizá de noche, como hizo Nicodemo. Y es necesario tener un corazón atento, vigilante y dispuesto a escuchar la palabra evangélica.
No, la Navidad no se puede dar por descontado. Sobre todo para nosotros que estamos acostumbrados a exaltar la fuerza y a dar crédito solo al poder. ¿Cómo es posible creer que aquel pequeño niño nacido además en un establo sea quien salva al mundo? ¿Cómo es posible creerlo ante los graves problemas del mundo? En este niño frágil, débil e indefenso está nuestra salvación. Es lo que sucedió en Belén, ciudad de fiesta, pero no solo eso. Nosotros recordamos lo sucedido con el pesebre y nos conmovemos. Y hacemos bien, pero en aquella escena está la cruda realidad de una ciudad que no sabe acoger a dos jóvenes extranjeros. Los hombres no saben encontrarles un lugar, todo está ocupado y Jesús debe nacer fuera, en un establo. Es una historia muy antigua pero a la vez muy actual.
Pero es justo conmoverse. Claro, no por la fría indiferencia de Belén y la nuestra; es justo conmoverse por el gran amor de Dios. Él ha venido aunque nosotros no lo hayamos reconocido, como escribe Juan también en su prólogo: “Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron”. Y ni siquiera se ha marchado cuando le hemos dado un portazo. Por esto es justo conmoverse; y por esto es justo venir a ver a este niño. Verdaderamente es grande, verdaderamente es diferente.
Y por ello nos viene también a nosotros aquel deseo irreprimible de Francisco de Asís cuando, en la lejana Navidad de 1223, dijo: “Quiero ver a Jesús”. E inventó el Belén viviente. Cuenta una tradición que Francisco estrechó entre sus brazos a un pequeño recién nacido venido del cielo. La fragilidad de aquel niño tocó el corazón de Francisco y conmovió a todos los campesinos que habían acudido. Así fueron tocados en su corazón los primeros pastores de Belén. Ellos, quizás rudos y embrutecidos por el trabajo, reconocieron en aquel niño el amor del Señor que se había acercado a ellos. Si Jesús hubiera nacido en un palacio no lo habrían encontrado. Aquel niño está ahora delante de nuestros ojos para que también nosotros como Francisco de Asís, lo abracemos, lo estrechemos en nuestro corazón para que permanezca siempre con  nosotros.

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Isaías 62, ll-12; Salmo 96; Tito 3, 4-7; Lucas 2, 15-20

1 comentario:

  1. Que bella y hermosa reflexión sobre la simbología del nacimiento de Nuestro Señor. ¡Que nazca dentro de nuestros corazones cada día!
    Un abrazo en Xto. y feliz Navidad.
    Rev. Francisco Javier Alonso +

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