sábado, 2 de enero de 2010

LA VIRGEN MARÍA



“Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”. (Lc. 1.48)

Durante dos mil años la Iglesia ha preservado la memoria de la Virgen María como el prototipo de todos los cristianos --el modelo de lo que vamos a ser en Cristo. María fue realmente pura e incondicionalmente obediente a Dios. La tradición de la Iglesia mantiene que María permaneció virgen toda su vida (Mat. 12. 46-50). Mientras que el celibato de por vida no es un modelo a seguir para todos los cristianos, la pureza espiritual de María y su devoción incondicional a Dios, es sin duda a imitar.

María es también nuestro modelo porque ella fue la primera persona en recibir a Jesucristo; dado que María llevó a Cristo en su seno físicamente, todos los cristianos ahora tienen el privilegio de llevar a Dios dentro de ellos espiritualmente. Mediante la gracia y la misericordia somos purificados y capacitados para ser como Él.

El honor que damos a María significa también nuestra visión de quién es Jesús. Desde el principio la Iglesia la ha llamado Madre de Dios (Theotokos, lit. Madre de Dios), un título que implica que su Hijo es plenamente hombre y Dios. Como madre, María fue la fuente de la naturaleza humana de Jesús y, al mismo tiempo, el que llevó en su seno fue también el Dios eterno.

Por lo tanto, debido a su carácter y sobre todo por su lugar en el plan de salvación de Dios, es justo que los cristianos demos honor a María como la primera entre los santos. El Arcángel Gabriel inició este honor cuando se dirigió a ella diciéndole, “¡Salve muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tu entre las mujeres (Lc. 1.28).” Este saludo indica claramente que Dios mismo la tuvo en gran honor al elegirla. Su privilegiada situación se confirmó cuando fue a visitar a su prima Isabel, que entonces estaba embarazada de seis meses de Juan el Bautista. Isabel saludó a María con estas palabras: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc. 1.42- 43 ).Y María misma, mediante la inspiración del Espíritu Santo predijo el honor que se le tributaria a través de la historia: “Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”(Lc. 1.48).

Por tanto, en obediencia a la clara intención de Dios, la Iglesia Ortodoxa rinde honores a María en iconos, himnos y días festivos especiales. Nosotros le rogamos a ella, como el ser humano que más intimó con Cristo, que interceda ante su Hijo por nosotros. Le pedimos, como la primera creyente y Madre de la Iglesia que es, que nos guie y proteja. Nosotros la veneramos, pero no la adoramos porque solo a Dios le debemos adoración.

En maitines, vísperas y en todos los servicios de las horas de oración, cantamos este himno que expresa el lugar único de María en la creación.

“Es verdaderamente justo bendecirte a ti, oh Theotokos, la siempre bendita y purísima Madre de nuestro Dios, más honorable que los querubines, mucho más gloriosa que los serafines, sin mancha, diste a luz a la Palabra de Dios. Verdadera Theotokos, te magnificamos.

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