lunes, 22 de octubre de 2012

CRECIMIENTO RELIGIOSO


 Aunque la religión nos hace crecer en significados y valores, cuando damos a nuestras apreciaciones puramente personales niveles absolutos, el resultado siempre es malo. El niño evalúa su experiencia de acuerdo a lo que pueda obtener de placer. Cuando crecemos, nuestra madurez es proporcional a la sustitución del placer personal por significados superiores, e incluso por la lealtad a los conceptos más elevados de las diversas situaciones de la vida y de las relaciones cósmicas.

Algunas personas están demasiado ocupadas para crecer y se encuentran por tanto en un grave peligro de inmovilismo espiritual. Se deben tomar acciones para que los significados puedan enaltecerse en cada edad, en las distintas culturas y en cada etapa pasajera de la civilización. Los prejuicios y la ignorancia son los principales inhibidores del crecimiento.

Tenemos que ayudar al niño a que tenga la posibilidad de desarrollar su propia experiencia religiosa; no le podemos imponer nuestra experiencia ya hecha de adultos. Hemos de recordar que el desarrollo personal, año tras año, a través de un régimen de enseñanza establecido, no significa necesariamente progreso intelectual y mucho menos crecimiento espiritual. La ampliación del vocabulario no quiere decir desarrollo del carácter. El crecimiento no está indicado realmente por los simples resultados, sino más bien por el progreso. El verdadero desarrollo educativo se evidencia por el realce de los ideales, la apreciación creciente y los nuevos significados de los valores y una lealtad mayor a los valores supremos.

A los niños solo les impresiona de manera permanente la lealtad de los adultos; sus normas, e incluso su ejemplo, no les influye de manera perdurable. Las personas leales son personas que crecen, y el crecimiento es una realidad que inspira. Tenemos que vivir, crecer lealmente hoy; mañana será otro día. La única manera que tiene una crisálida de convertirse en mariposa consiste en vivir fielmente, cada instante, como crisálida. 

El terreno fundamental para el crecimiento religioso presupone una vida progresiva de autorrealización, la coordinación de las tendencias naturales, el ejercicio de la curiosidad y el placer de las aventuras razonables, el experimentar sentimientos de satisfacción, el funcionamiento del miedo para estimular la atención y la conciencia, la atracción de lo maravilloso, y una conciencia normal de nuestra pequeñez, la humildad. El crecimiento también está basado en el descubrimiento del yo, acompañado de autocrítica — de conciencia— pues la conciencia es realmente la crítica de uno mismo por nuestra propia escala de valores, los ideales personales.

La salud física, el temperamento heredado y el entorno social influyen notablemente sobre la experiencia religiosa. Pero estas condiciones temporales no impiden el progreso espiritual interior de un alma dedicada a hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. En todos los seres humanos existen ciertos impulsos innatos hacia el crecimiento y la autorrealización, que obran si no están específicamente reprimidos. La técnica segura para fomentar conseguir el potencial del crecimiento espiritual consiste en mantener una actitud de entrega sincera a los valores supremos.

La religión no se puede dar, recibir, prestar, aprender o perder. Es una experiencia personal que crece en proporción a la búsqueda creciente de los valores finales. El crecimiento cósmico acompaña pues a la acumulación de los significados y a la constante elevación de los valores. Pero la nobleza misma siempre es un crecimiento inconsciente.

Una manera religiosa de pensar y de actuar contribuye al crecimiento espiritual. Los hábitos que favorecen el crecimiento religioso engloban: el cultivo de la sensibilidad a los valores divinos, el reconocimiento de la vida religiosa de los demás, la meditación reflexiva sobre los significados cósmicos, la solución de los problemas utilizando la adoración, compartir nuestra vida espiritual con nuestros semejantes, evitar el egoísmo, negarnos a abusar de la misericordia divina, y vivir como si se estuviera en presencia de Dios. Los factores del crecimiento religioso pueden ser intencionales, pero el crecimiento mismo es invariablemente inconsciente.

Sin embargo, la naturaleza inconsciente del crecimiento religioso no significa que se trate de una actividad que se desarrolla en el ámbito supuestamente subconsciente del intelecto humano; significa más bien que las actividades creativas tienen lugar en los niveles supraconscientes de la mente mortal. La experiencia de comprender la realidad de que el crecimiento religioso es inconsciente, es la única prueba positiva de la existencia activa de la supraconciencia. 

sábado, 20 de octubre de 2012

EL IDEALISMO ESPIRITUAL


La inteligencia podrá controlar la dinámica de la civilización, la sabiduría podrá dirigirla, pero el idealismo espiritual es la fuerza  que realmente eleva y hace avanzar a la cultura humana para que logre metas superiores.